LA AMISTAD, LA ACEPTACIÓN Y EL MINDFULNESS
La vida de una persona tiene valor mientras que da valor a la vida de los demás,
en términos de amor, amistad y compasión.
Simone de Beauvoir
Hoy en día que tan de moda está eso de tener amigos en las redes sociales, y sin que eso le quite valor al tipo de relación de afinidad y aproximación que pueda surgir en el ciberespacio, parece que se haya perdido un poco, que se haya banalizado los conceptos de amigo y amistad.
La amistad verdadera es uno de los sentimientos más puros e incondicionales que existen. Cuando parece que todo falla, que incluso puede que en seno de la familia uno no encuentre la comprensión o la paz que necesita para pasar un mal momento vital… entonces, qué bueno poder llamar o quedar con los amigos. Y hacer eso que llamamos “desahogarnos”. Nadie como un amigo para compartir secretos y penas, para reflotar nuestra autoestima. Quien tiene un amigo tiene un tesoro… ¡cuántas veces habremos oído decir esta gran verdad popular! Y si no queremos acudir al refranero podemos dar un ejemplo clásico: el gran filósofo Aristóteles de sus diez libros de la Ética dedicó dos a la amistad.
Pero déjame decirte algo más. Y es que, entre todos los amigos que puedas tener a lo largo de tu vida, desde los amigos de infancia hasta tu vejez, no debes olvidarte de uno muy importante que te ha de acompañar siempre: tú mismo, tú misma.
Nosotros podemos consolarnos, cuidarnos, acariciarnos, hablarnos como un buen amigo cuando estén cerca la tristeza, la desesperación, la soledad. No te hables mal, no te castigues, no te martirices con el arrepentimiento o la culpa: “Soy un desastre. Otra vez ha fallado. Todo me sale mal. No tengo remedio”. ¿Por qué no cambias estas afirmaciones y te das ánimo y cobijo tal como harías con un buen amigo?
¿Aceptas a tus amigos tal como son, verdad que sí? Seguro que ese es uno de los pilares de vuestra relación. Procuras no juzgarles, quererles con sus sombras y con sus luces. ¿Y por qué no hacemos igual con nosotros mismos? Sé tu propio colega, toma consciencia de ello y, desde ahí, lánzate a darte a los demás.